La ciencia de los superhéroes (primera parte)

Por Rodrigo Vidal Tamayo. Publicado originalmente en Comikaze #3 (noviembre de 2009)

 

¿Ciencia y cómics? La relación no es tan rara si consideramos que ambos conceptos culturales son producto de la imaginación pura, aunque racionalizada en el primer caso y artística en el segundo. Los cómics de superhéroes no son más que otra rama de ese subgénero literario mal llamado ciencia ficción, en donde la ciencia se vuelve omnipresente ya sea en los orígenes del héroe en turno, en las armas utilizadas por el villano o en el ambiente que caracteriza al universo planteado por los escritores.

Aunque no todo es bello, el hecho de muchos investigadores sean seres retraídos o que la ciencia como disciplina se encuentre alejada conceptual y lingüísticamente ha favorecido dos estereotipos negativos del científico. Ahí tenemos a Brainiac representando al científico loco, aquel que utiliza el poder del conocimiento para fines perversos y no tiene empacho alguno en abusar de las ventajas que la ciencia otorga para reducir ciudades, crear robots asesinos o viviseccionar al hijo de Aquaman (¿Leyeron Justice?). Brainiac es la personificación del científico enojón, solitario e incomprensible que pervive en el imaginario colectivo.

 

Por otro lado está la imagen del nerd, el científico sabelotodo que, precisamente por estar a una altura diferente del resto de la sociedad, es rechazado por ésta. Sin embargo, es tan noble que utiliza sus capacidades diferentes para ayudar, porque sabe que sólo él es capaz de hacer un mundo mejor. Viene a colación Brainiac 5, miembro de la Legión y curiosamente pariente del personaje mencionado líneas atrás (aparentemente la genialidad es algo heredable, aunque la maldad al parecer no).

En fin, sirva este pequeño texto para demostrar que:

1) La ciencia es tan interesante como los cómics

2) Los cómics pueden utilizarse para aprender

3) Los científicos no estamos (tan) locos. O por lo menos no pretendemos conquistar el mundo (eso creo).

 

 

Analizando críticamente el contenido científico de los cómics podemos observar que los escritores, la mayoría de las veces, han puesto atención en sus clases de ciencias naturales y, aunque han torcido un poco esos conocimientos, en general pueden aprenderse conceptos científicos de un cómic bien escrito.

Por supuesto que uno no va a poner en el examen de química que los vapores de agua dura otorgan supervelocidad (como le ocurrió a Jay Garrick, el Flash de la Edad de Oro). De hecho cualquier vapor de agua está compuesto únicamente de agua pura, pues los minerales que pudiera tener disueltos se quedan precipitados en el recipiente contenedor. Lo que sí puede responderse es que al agua dura tiene un alto contenido de minerales.

De la misma manera, si uno lee el origen del Atom de la Edad de Plata, conocerá que las estrellas denominadas enanas blancas son tan densas que una cucharadita de ellas pesa tanto como el monte Everest. Esto no impide que el joven físico Ray Palmer pueda levantar un trozo cuyo peso equivaldría al de la Tierra, aunque su tamaño no sea mayor al de un balón de fútbol. Digamos que es una licencia literaria en aras de poder contar una buena historia.

Por supuesto que no todo el contenido científico es tan explícito en los cómics,pero con un poco de imaginación y un manejo lúdico de conceptos de física se pueden utilizar las viñetas para explicar algunos misterios irresolutos de la historieta como la causa de la explosión del planeta Krypton.

 

Para llegar a ello serán necesarias dos cosas: hablar de física y remontarnos al pasado, a la Edad de Oro de los cómics, en particular al título que lo inició todo: Action Comics # 1.

Originalmente Superman no volaba y lo que hacía era dar tremendos brincos que le permitían saltar edificios o alcanzar aviones. La fuente de los superbrincos era la superfuerza, producto de la naturaleza alienígena que caracterizaba a Superman. El argumento utilizado por Jerry Siegel y Joe Shuster para explicar este poder fue que la fuerza de gravedad del planeta Krypton era mayor que la de la Tierra, por lo que la anatomía de los kryptonianos, adaptada a una gravedad tan fuerte, les permitiría superar la débil gravedad terrestre.

Brincándome algunos cálculos (que omito aquí por espacio, pero si alguien desea conocerlos puede preguntarme en Twitter -@rodrovidal) que incluyen la utilización de las Leyes de Newton para conocer la velocidad, masa y aceleración necesarias para el colosal brinco, puede inferirse que la gravedad de Krypton debe ser 15 veces mayor que la de la Tierra para que sus habitantes pudieran ser superpoderosos en nuestro planeta. Lo que debemos explicar entonces son las condiciones propias de un planeta con una fuerza gravitatoria así de inmensa. Existen dos posibilidades para lo anterior: que sea un planeta 15 veces más grande o que sea 15 veces más denso, para que de esta manera la masa del planeta pudiese curvar el espacio-tiempo generando una fuerza gravitatoria mayor.

 

Si nos vamos por el tamaño, encontramos que los planetas así de grandes tienden a ser gaseosos; como ejemplo tenemos a Júpiter que, si bien podría contener 1400 Tierras, posee una gravedad apenas dos veces y medio mayor que la de nuestro planeta. Además, su superficie gaseosa no es apta para permitir la existencia de vida parecida a la humana y mucho menos a la kryptoniana.

Queda entonces la segunda opción: la densidad. Ésta puede definirse como la cantidad de masa (la materia de la que están hechas las cosas) contenida en un determinado volumen. Por ejemplo, en términos terrestres, tenemos que un cubito de un centímetro por lado puede contener un gramo de agua o que un cubo del mismo tamaño, pero hecho de plomo, pesa 11 gramos.

De esta forma, tenemos que la densidad promedio de la Tierra es de 5 g/cm 3 (recordemos que el superíndice 3 indica cubos), siendo el material más pesado el uranio, con una densidad de 19 g/cm 3 . Entonces, para que un material fuese 15 veces más denso que la Tierra necesitaría tener una densidad de 75 g/cm 3 y hasta donde se sabemos, no existe material alguno que posea esa característica… ¿o sí?

 

Hace un momento hablaba sobre las estrellas enanas blancas (también llamadas estrellas de neutrones) formadas por los residuos de algunas supernovas. En esas estrellas la masa se condensa de tal forma que un cm 3 pesa cien mil millones de millones de gramos. Con una densidad así, bastaría con que un planeta del tamaño del nuestro tuviera en su núcleo una pequeña estrella enana de 600 metros de radio para que la gravedad aumentara 15 veces.

Lo curioso de esto es que uno de los efectos colaterales en un planeta así es que sería tan inestable en su distribución de materia, que con algo de vulcanismo y movimientos tectónicos (como los que provocan los sismos), un investigador podría predecir que el planeta va a explotar, lo que sería razón suficiente para que éste colocara a su hijo en ruta de escape a un planeta más estable, en donde el niño sería considerado un dios.

Como ven, los cómics de superhéroes pueden servir para amenizar nuestras clases de ciencias, así que no se despeguen de este sitio porque próximamente conoceremos aspectos sorprendentes de la dieta de Flash, la explicación biológica de la mutación de Charles Xavier y la posibilidad teórica de que todos seamos como Kitty Pride, entre otras cosas.

Lee la segunda parte dando clic aquí.

NOTA: Muchos de los datos aquí expuestos fueron tomados del libro The physics of superheroes de James Kakalios. Recomiendo su lectura para tener argumentos interesantes sobre el valor educativo del cómic.

 

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Author: Rodrigo Vidal

Biólogo, divulgador, cultista de Cthulhu y quejica profesional. Comenzó sus diatribas en revistacinefagia.com, donde sigue analizando el contenido social del cine ñoño. Ha hecho radio en Neurótica FM, Radio UNAM y actualmente en el internet a través de circovolador.org, con los programas Puros Cuentos y La Mala Cabeza. Fue guionista y conductor del programa Paracinema, el cine de lo anormal, transmitido en el canal Pánico. Es coautor del libro Mostrología del cine mexicano.

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