The Immortal Hulk: una historia Blakeana para el siglo XXI

Por Iñaki Sánchez

 

El macartismo y el Comics Code perdían poder. DC Comics salía con pasos torpes del ambiente surreal y campy donde sucedían sus historias. Superman había dejado de ser un símbolo apolonio, el héroe social y reivindicador del obrero, para convertirse en un personaje dionisiaco y sus aventuras dejaban salir, en forma de fábulas para niños, la sombra del hombre blanco y frustrado de los años 50. Un hombre superpoderoso, defensor de la autoridad, la familia y la ciencia. No es sorpresa que Marvel se haya popularizado en esa época.

 

 

Fue en esa época de dioses inmutables y morales que nació un monstruo. Un científico envenenado por radiación gamma murió como consecuencia de salvar a un adolescente de una cruel bomba que él mismo diseñó. Las bombas atómicas han sido la única creación humana que podría destruir la Tierra en cuestión de minutos, son las hijas de la razón cruel e inhumana que gobierna desde la muerte de los reyes y la religión.

Al anochecer, una masa de músculos con proporciones gigantes tomaba el control del científico que toda la vida había reprimido sus impulsos emocionales, su enojo, su frustración por falta de poder y voluntad, pero… ya no más. Hulk nace como un personaje irracional, representa al enojo y al espectro emocional-simbólico que cargamos en el subconsciente, los mismos mecanismos con los que nos protegemos de la “realidad”. Bruce Banner es un hombre positivista, moral y reservado al que algunos podrían considerar un “buen hombre”. Al inicio su alter ego era torpe como un niño.

 

Su personalidad era como una olla exprés que sacaba la presión guardada, pero ahora, cuando se agotan sus energías sale una figura demoníaca e inteligente que viene a juzgar al mundo y a destruirlo. Ésta es la nueva interpretación del personaje a manos de Al Ewing, Joe Bennett y Ruy José. Un tropo clásico de los cómics de superhéroes es que los héroes nunca se van para siempre, eventualmente regresan de una forma u otra, por razones editoriales o para generar más ventas.

Otros dirían que simbolizan a un ideal humano que nunca nos da la espalda, pero esto genera una traba narrativa, pérdida de interés porque cualquier suceso parece inconsecuente. El reto de este equipo creativo es contar una historia sobre muerte y resurrección, sobre lo que siempre vuelve a pesar de que esté enterrado, lo que Carl Jung llamaría la sombra.

Banner y Hulk han hecho las paces, y ahora la dicotomía entre estos es una integración de varias personalidades (se agregan Child Hulk y Joe Fixit, que representa la idea infantil de un adulto), que trabajan en conjunto para destruir el mundo. Las bases filosóficas de esta intrigante decisión tienen mucho en común con la poesía y grabados de William Blake, artista que vivió en la época de las revoluciones burguesas.

 

Blake era un personaje sumamente intrigante. Rechazaba el arte académico, así que sus dibujos son masas escultóricas en escenarios simbólicos. Sus reflexiones sobre la religión y lo humano en el mundo lo volvieron una especie de protoanarquista. Salía a las calles con un gorro frigio a repartir panfletos hechos por él mismo, en los que, mediante poemas ilustrados exponía las razones porque todas las religiones eran una misma, o metáforas sobre el matrimonio del cielo y el infierno.

La idea de un nuevo mundo libre y justo le emocionaba, hasta que dio frutos la revolución francesa y se vio decepcionado. Ante esta decepción, escribió Europa, una profecía, poema donde expone sus críticas hacia la revolución francesa como el inicio del fin del mundo por imponer una razón liberal, carente de sensualidad y verdadera libertad. Los héroes de la revolución obtienen un estatus de idolatría y de dioses, y no se preocupan más por la libertad y la justicia. Profetiza el inicio del fin del mundo a causa de estos falsos héroes.

Al paralelo, Hulk reconoce al mundo capitalista como falso y propone su destrucción. Y es que para William Blake un dios no significaba más que un ente encargado de limitar y restringir al mundo, una idea incluso muy ligada a la razón. Mientras que el demonio era una fuerza caótica e ilimitable, como el gigante esmeralda. Al Ewing nos plantea un avatar de la destrucción, que reacciona ante al mundo como furia, pero una necesaria para construir otro.

 

El cómic camina sobre el género del horror y los encuadres de Joe Bennett sobre Hulk son pesados y claustrofóbicos, como si fuera demasiado grande para caber dentro del cómic.

En los momentos de acción, las viñetas salen de su lugar al sentir el peso de las monstruosidades en combate. Joe Bennett, artista brasileño, utiliza un estilo realista y con achurados que recuerdan mucho a los grabados, pero sobre todo recuerda al trabajo de Bernie Wrightson.

Muchos de los diálogos más importantes se dan en rejillas de 2 x 3 que, en la tradición del cómic de horror (y de Marvel), era el tipo de diseño de página que usaba Steve Ditko en los años que trabajó como dibujante del género (y también en sus primeras historias de Spider-Man). La simetría de la página en dos columnas refuerza el tema de que estamos leyendo un cómic sobre reflejos, opuestos y similares.

No todos los números son dibujados por los mismos artistas, y varias entregas contienen estilos más fantasiosos, alternativos o afines a historias de ciencia ficción. Es una historia que da para horror psicológico y terrores psicodélicos-cósmicos.

 

Nos encontramos ante tiempos confusos. Tal vez las bombas nucleares no nos acechan como hace 60 años, pero el calentamiento global, hijo de las mismas causas, tiene un efecto igual de devastador pero agonizante. ¿Qué bien nos ha hecho creer en los héroes? ¿en la justicia de la guillotina qué sentó a la “razón” y al capital donde estaban la Iglesia y el rey?

Este cómic cuestiona las relaciones de poder y qué tipos de conocimientos consideramos como válidos cuando tomamos en cuenta la sombra que cargamos, ese lenguaje simbólico y emocional en constante crecimiento, que parece causado por un caos aleatorio y relativista. Cuando nos enfrentemos al fin del mundo ¿seremos dioses inmutables o demonios caóticos? Cuándo nos vemos al espejo, ¿quién es esa persona que nos ve pero que nosotros no podemos distinguir?

 

Author: Iñaki Sánchez

Greñudo larguirucho, está convencido al ciento por ciento que es posible viajar en el tiempo si se entra al estado de gnosis sin permitir el sueño. Sabiendo que lo más real es la imaginación, se ha dedicado a volverse ficción, haciendo cómics y practicando magia del caos. Escribe esto desde el asiento de un teatro infinito, esperando a que se abra el telón para vivir una vez más.

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