La ciencia de los superhéroes (tercera parte)

Por Rodrigo Vidal Tamayo. Publicado originalmente en Comikaze #5 (mayo de 2009)

 

Después de un viaje que nos ha llevado de la Tierra a Krypton, del futuro al pasado y de un lado de la pared al otro, es momento de despejar el más grande debate que jamás haya salido de las páginas de una historieta. Una discusión que ha roto amistades, separado familias y mantenido en vilo la inocencia de más de un comiquero observador. Me refiero a la muerte de nuestro primer amor: Gwen Stacy. Pero antes conozcamos algunos mutantes que sí pusieron atención a sus clases de física en la secundaria.

Max Eisenhardt sobrevivió a la dureza de los campos de concentración gracias a una peculiaridad de su código genético, que  le permite generar y manipular campos magnéticos alrededor de los objetos. Gracias a esta mutación, que a la postre lo llevaría a apodarse Magnus (no pregunten porque luego le dio por llamarse Eric Lehnsherr, larga historia), pudo fabricarse un nombre como Magneto, Amo del Magnetismo y  autonombrado líder de los Homo superior.

Quizás habrán notado que, aparte de ser un hijuepú con Wolverine o Colossus, de vez en cuando le da por levantar gente, rocas y hasta madera. Lo raro es que si uno utiliza un imán para emular estas acciones podemos notar que:

a) Fuera de los metales no hay objetos que parezcan reaccionar ante el poder de un imán

b) No todos los metales son susceptibles de ser atraídos (o repelidos) por un imán

Sin embargo, lo anterior no contradice los poderes del susodicho, ni es una licencia literaria en aras de narrar una emocionante historia, es tan sólo una muestra más de lo bien aplicada que está la ciencia en algunos cómics.

Básicamente, el magnetismo se explica porque los átomos de toda la materia tienen un campo magnético intrínseco, es decir, ya lo tienen de origen. Si a ello le sumamos que los electrones al girar alrededor del núcleo también generan otro pequeño campo magnético, pues uno puede pensar que estos campos se contrarrestan. Más que contrarrestarse, lo que sucede es que esos pequeños campos se orientan al azar en todas las direcciones posibles, formando pequeñas regiones llamadas dominios, aunque existen algunos materiales en los que estos dominios se orientan hacia una misma dirección. Dichos materiales se denominan ferromagnéticos y algunos ejemplos son el níquel, el cobalto y por supuesto el hierro, y en todos ellos los imanes ejercen su poderosa fuerza de atracción.

El resto de los materiales pueden clasificarse en dos categorías magnéticas de acuerdo al comportamiento de sus dominios. El aluminio y el óxido nitroso gaseoso no funcionan como imanes en condiciones típicas, pero si se someten a la influencia de un poderoso campo magnético, los dominios se alinean y esas sustancias se comportan como si fueran ferromagnéticas, aunque al quitar la influencia externa vuelven a su estado anterior. Esto recibe el nombre de paramagnetismo.

La última clase de materiales, y que son los que le interesan a Magneto, son los denominados diamagnéticos y lo que les sucede a sus dominios es que  están orientados en sentido contrario al de cualquier campo magnético externo. Así, si uno aplica una fuerza magnética lo suficientemente potente (digamos 100 veces más grande que la de un imán de cocina) los átomos diamagnéticos  responderán con una oposición hacia esa fuerza

¿Y qué pasa con polos opuestos? Exacto, se repelen  por lo que, conforme vaya creciendo el campo magnético aplicado, el objeto generará una repulsión que bien puede superar la atracción gravitatoria, haciéndolo levitar**. De esa manera Magneto puedo mandar por los cielos a Blob y dejarlo caer para provocar un ataque de destrucción masiva en la mansión de Xavier, quien únicamente tiene para defenderse el poder de las ondas radiales.

La razón por la que Xavier se rapa

¡No es un sueño! ¡No es una estafa! ¡No es una historia imaginaria! Es quizás el más asombroso superpoder jamás concebido y que, por más increíble que parezca, todos podríamos tener.

Charles Xavier, líder de los X-Men, es un mutante conocido por sus diálogos filantrópicos a favor de la integración de las especies y la paz entre grupos como único camino para conseguir el sueño de la hermandad entre humanos y mutantes. Poca gente sabe que también es uno de los voyeurs más sutiles que existen sobre la faz de la Tierra (me refiero a la Tierra del Universo Marvel, aclaro).

Para hacer el cuento corto: toda corriente eléctrica  puede crear ondas electromagnéticas que pueden ser detectadas por aparatos lo suficientemente sensibles… como un cerebro mutante.

Así de sencillo. Nuestras neuronas se comunican de una forma electroquímica, mediante el paso de iones (átomos con una carga eléctrica) de un lado a otro, generando una corriente eléctrica, lo que  a su vez produce un campo electromagnético. Con aparatos llamados electrodos pueden detectarse estos campos, gracias a las ondas electromagnéticas que emanan y, si una mutación genética nos dotara con una hipersensibilidad cerebral, cualquiera podría percibir estas debilísimas ondas. Lo complicado sería interpretarlas, ya que la ciencia actual está muy lejos de poder leer pensamientos a distancia. Menos mal que en los cómics todo es posible.

Amarte hasta la muerte

Como decía al principio, la muerte de Gwen Stacy ha sido uno de los debates más ríspidos en la historia del cómic, a tal punto que incluso se considera que ese evento cerró la Edad de Plata, dando comienzo a una época oscura en donde los superhéroes se volvieron más violentos.

Pero vayamos al grano. La historia nos dice que el Green Goblin deja caer a Gwen desde el puente George Washington en Nueva York, mientras que lo único que Spider-man puede hacer es lanzar su telaraña con la esperanza de alcanzarla antes de que se estrelle contra el asfalto. Logra realizarlo y al subirla descubre que la pobre rubia ha pasado a mejor vida.

En la misma historia, el villano explica que la chica ya iba muerta al caer, aunque los comiqueros observadores notaron que, en la viñeta donde la telaraña captura a la susodicha, está colocada la onomatopeya SNAP justo a la altura del cuello de Gwen, dando a entender que se rompió el cuello por el chicotazo. Para acabar de una vez por todas con la polémica, y para demostrar que la ciencia tiene todas las respuestas, analicemos objetivamente el trágico suceso:

La altura desde la que cae Gwen es de aproximadamente 91 metros (que es la elevación del puente ilustrado), por lo que con ayuda de la fórmula v2=2gh (donde v es la velocidad, g la aceleración debida  a la gravedad y h la altura) podemos saber que la velocidad a la que Gwen cae es de aproximadamente 153 km/h. Tomando en cuenta que la telaraña del Asombroso Hombre Araña la alcanza sólo unos metros antes de estamparse con el suelo, podemos inferir que tuvo que detener la caída en tan sólo una fracción de segundo, lo que significa que el cuerpo de la dulce Gwen vaya de 153 km/h a cero en una nadería de tiempo. ¿Alguna vez han visto que sucede con un auto que viaja a esa velocidad y algo (un árbol, una pared, otro auto) lo frena de golpe? Pues eso mismo ocurre con el cuerpo de la desdichada rubia. Al ser detenida tan súbitamente, la fuerza que tiene que ejercer el Araña equivale más o menos a diez veces la fuerza de gravedad de la Tierra, por lo que daba exactamente lo mismo que Gwen fuese detenida o que se estrellara con el piso (o con el agua, que para efectos de la caída era prácticamente lo mismo) por lo que su delicado cuerpo se quiebra cual varita de cristal, dejando morir con ella nuestra inocencia.

Cuando el futuro nos alcance

Sirvan las entregas de este texto para mostrar que los cómics no son la literatura barata que muchos pregonan. También para que el lector, casual o consuetudinario, lea un cómic con otros ojos: los de la ciencia, hasta ahora la única forma verdadera que tenemos para obtener conocimiento.

Y que Galactus nos ampare cuando la ciencia ficción de muchas de nuestras historietas favoritas se convierta en realidad…

* Muchos de los datos aquí expuestos fueron tomados del libro The physics of superheroes de James Kakalios. Recomiendo su lectura para tener argumentos sobre el valor educativo del cómic.

Textos relacionados

+ La ciencia de los superhéroes (segunda parte)

+ La ciencia de los superhéroes (primera parte)

Author: Rodrigo Vidal

Biólogo, divulgador, cultista de Cthulhu y quejica profesional. Comenzó sus diatribas en revistacinefagia.com, donde sigue analizando el contenido social del cine ñoño. Ha hecho radio en Neurótica FM, Radio UNAM y actualmente en el internet a través de circovolador.org, con los programas Puros Cuentos y La Mala Cabeza. Fue guionista y conductor del programa Paracinema, el cine de lo anormal, transmitido en el canal Pánico. Es coautor del libro Mostrología del cine mexicano.

Share This Post On

Trackbacks/Pingbacks

  1. Gwen Stacy y la inmortalidad del primer amor | Comikaze - […] +La ciencia de los superhéroes (tercera parte)/ Explicando la muerte de Gwen Stacy […]

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *