The Wicked + The divine: Tu vida termina y comienza aquí

Gnosticismo y tiempo circular alcanzan el hit parade del pop británico gracias a doce jóvenes que, micrófono en mano, afirman ser dioses reencarnados en vida. Laura Wilson, adolescente y diosa wannabe, cruzará su vida mundana con la de estos seres mortales/inmortales que pueden provocar orgasmos con su canto, hacer que su voz se sienta como la seda, o volarte la cabeza a la cuenta de cuatro y tronando los dedos.

Your own personal Jesus
Según Harold Bloom, crítico literario y estudioso de la cábala judía, el norteamericano promedio no profesa el catolicismo, ni el judaísmo, ni el islamismo, ni el protestantismo sectario. Lo suyo es más bien una mezcla sui géneris de gnosticismo con chamanismo autóctono, a la que el propio Bloom, siguiendo a Tolstoi, ha dado en llamar la Religión Americana. Y abunda: si posees un temperamento religioso, o una inquietud religiosa, y sin embargo no aceptas las explicaciones judía, católica, protestante o musulmana acerca de por qué un dios omnipotente permite la permanente victoria del mal y la desdicha, entonces puede que te tiente el gnosticismo, aun cuando nunca acabes de saber qué es*.

¿Gnosticismo? ¿Religión Americana? Pero, ¿de qué están ustedes hablando? ¿Y el cómic?, dirán ustedes. En un momento llegaremos a él, pero primero lo primero. El gnosticismo es la creencia en la existencia de un vacío cosmológico primigenio, un abismo en el que habita y ha existido siempre la sustancia de todas las cosas: el pneuma, la chispa originaria, un dios padre/madre desconocido pero verdadero, un yo trascendente libre de la materia corruptible creada por el demiurgo (en esta tradición, el Yahvé hebreo, ni más ni menos), un espíritu distinto del alma, que la trasciende y que nunca pierde su carácter original y divino.

Esta chispa originaria reside también en los individuos, puede llegar a conocerse sin la necesidad de un mediador, y su única manifestación externa es un evidente cambio de ánimo y de actitud: el dios oculto en su abismo le habla a los individuos elegidos y los vuelve conscientes del dios en su interior, lo que a su vez resulta en una especie de resurrección en vida.

Según lo investigado por Bloom, las creencias gnósticas fueron abrazadas por la tradición esotérica judía, que a su vez fue conocida por Joseph Smith, quien la utiliza para su lectura herética del mormonismo, heredada por éste a las demás religiones nacidas en suelo norteamericano: pentecostales, bautistas, adventistas y testigos de Jehová.

Después, a través de la labor evangelista de estas iglesias, su presencia en medios de comunicación, sus representaciones en distintos países, la Religión Americana comienza a tener alcances mundiales, permea movimientos espirituales y a la cultura popular, y algo diluida puede encontrarse ahora en lugares tan dispares como la angelología, el New Age, los movimientos antiaborto, el viaje astral, o en algunos pasajes de la autoayuda. La provocadora interpretación de Bloom concluye que buena parte de los occidentales, norteamericanos o no, practicamos, o estamos muy cerca de practicar, una especie de confesión gnóstica, las más de las veces sin saberlo. Y propone: “la religión es la poesía, no el opio, de las masas”. Ahí nomás.

Los dioses ocultos
Estamos en el año 2014 y Laura Wilson, preparatoriana londinense, es fan from hell del fenómeno brit pop del momento: un grupo de doce estrellas musicales autodenominadas The Pantheon, cada una un éxito de masas en su género (rock, pop, punk, electrónica) y cuya seña particular y gregaria es afirmar, abiertamente, que son dioses reencarnados.

The Wicked + The Divine, espléndidamente escrito y dibujado por Kieron Gillen y Jamie McKelvie para Image Comics, diviniza lo más mundano y accesible de la cultura de masas, la música pop, por medio de un mito circular, un caos vuelto cosmos que vuelve al caos que vuelve al cosmos: cada 90 años, doce dioses de distintos credos y regiones vuelven al mundo, encarnan en jóvenes humanos, conocen la fama y la fortuna, y después de dos intensos años, fallecen.

Tentada por Lucifer (una diosa/adolescente travestida de David Bowie) con la promesa de obtener poderes similares a los suyos, Laura hace lo que puede para ayudar a Luci a esclarecer el crimen del que la acusan, y en ese malogrado intento va conociendo de cerca a estos adolescentes reencarnados en vida, los mira descubrir el dios oculto en ellos, entender la diferencia entre alma y espíritu, y saberse al mismo tiempo mortales e inmortales. Casi nada.

Visto a la luz de los estudios de Bloom antes mencionados, el de Gillen es un trabajo de profundidades pocas veces alcanzadas en el medio de los cómics. Baal, Sakhmet, Inanna, Tara, Amaterasu, Woden, Minerva, The Morrigan, Lucifer, Baphomet, Dionisio, conforman un panteón que hace suya la frase eritis sicut dii (seréis como dioses, en latín) en un mundo donde la fe se entrelaza con el consumo, el arte es también una forma de religión, y en el que el individuo solitario habla con su Jesús gnóstico interno, al tiempo que es espoleado por la materia corrupta de fuera, que intenta confundirlo.

Así, mientras Cassandra, antropóloga y documentalista transexual, enfrenta a The Pantheon, acusándolo de embuste, Laura declara, en un momento de soledad absoluta e incomunicable: yo sé que tengo este algo dentro de mí.

Los dioses recurrentes de Gillen son caracterizados por McKelvie como individuos muy parecidos a las estrellas pop del momento, y sus fisonomías nos hacen recordar a Jay-Z, Rihanna, Prince, Daft Punk o David Bowie, en un intento de hacer asequibles tanto a las deidades mitológicas, como a la tirantez de las dualidades presentes en el cómic. Los ciclos del oropel mundano y la trascendencia espiritual, de la lucha entre generaciones, del maestro y el novicio, llaman más la atención si los hierofantes tienen más cara de póster y menos de pintura envejecida en un museo.

Por si fuera poco, McKelvie logra que lo maldito y lo divino resplandezcan. Lo suyo es brillante porque brilla y sobresale: su mezcla de trazos finos, una paleta de colores encendidos y la eliminación del panel tradicional, tiene como resultado la materialización estética del mito y la gnosis en el plano terrenal de Laura, Cassandra, The Pantheon, su fanaticada, y en el de nosotros, los lectores. Así, en sintonía con el tono místico de su relato, diríamos que Gillen y McKelvie nos proponen una sola cosa: ver a Laura Wilson, y creer.
Nota:

*Para enterarse bien del asunto, consulta La Religión Americana (Taurus, 2009) y Presagios del milenio (Anagrama, 2001), ambos de Harold Bloom.

Author: Aldo Ivan Espinosa

Es egresado de la carrera de Literatura y Ciencias del Lenguaje por parte de la Universidad del Claustro de Sor Juana donde dirigió la revista de la sociedad de alumnos Mediaciones del 2004 al 2006; ganó el primer lugar en el concurso El Quijote, 400 años después, convocado por la UCSJ en la modalidad de cuento, y el segundo lugar de cuento en el Concurso de Creación Literaria 2006, convocado por el VII Congreso Estudiantil de Crítica e Investigación Literarias de la UAM. Ha publicado crítica y creación literarias en las revistas Crítica, Registro (en sus versiones impresa y digital), Letrina (digital) y Comikaze.

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