José G. Cruz y los años dorados del Santo

Por Mauricio Matamoros

Con motivo del 100 aniversario del nacimiento de José G. Cruz, artífice del Enmascarado de Plata, rescatamos este texto publicado en Comikaze #4 (marzo de 2009).

Si ponemos nuestra atención en la historieta mexicana de hace medio siglo es como si nos asomáramos a otro mundo… auténticamente toma sentido decir que esos eran otros tiempos. Y bueno, prácticamente todo ha cambiado desde entonces, pero en la historieta bien sabemos que fue demasiado lo que se perdió y parece que, al menos en mucho tiempo, no podrá generarse una escena parecida a la de entonces.

Conocer hoy en día los esfuerzos artísticos y la cotidianidad autoral de aquellos años se revela ante nuestros ojos como algo generado en otro mundo. Uno de los varios casos artísticos (aunque éste sigue siendo uno de los más extraordinarios) de aquella época es el de José Guadalupe Cruz (José G. Cruz en la rúbrica), autor multitalentoso del medio, quien a la postre ha sido cocreador de uno de los rostros más importantes del país: Santo, el Enmascarado de Plata.

Pero este personaje, de hecho, es sólo uno de los tantos esfuerzos multimedia concebidos por el pasmoso e hiperquinético talento de Cruz, autor de imaginación libre y desenfadada nacido en Teocaltiche, Jalisco, en 1917, y dueño de una precoz carrera profesional iniciada en 1934 (a los 18 años) con Dr. Benton, serial publicado en la revista Paquín.

Los inicios en el cine
Por un lado, Cruz es el irrefrenable historietista orquesta que escribe, dibuja y edita (por separado, a la vez, como se le antoje o se le permita) durante una carrera que abarca casi 40 años. Pero también, durante las primeras dos décadas en activo, es guionista y actor exitoso de más de 30 filmes (de los que sobresalen el relato gangsteril y de barriada), contando sobre todo con el realizador de culto Juan Orol como su colaborador. Para éste escribe, entre otras películas, El infierno de los pobres, Perdición de mujeres y Hombres sin alma, un intenso tríptico realizado en 1950, que surgió al adaptar la historieta Percal, del mismo Cruz. En estas cintas, Rosa Carmina interpreta a Malena, una voluptuosa pueblerina que sale de su sitio para bajar al infierno a manos del hombre, dos décadas antes que la interpretada por Mónica Bellucci.

Con Orol, Cruz dio muestra de una colaboración peculiar y tal vez adelantada a su tiempo con (entre otros filmes) el mencionado tríptico que se reforzó con las dádivas conjuntas del cine y la historieta. Pero así como con Orol, representante del cine negro mexicano por antonomasia, Cruz colaboró también en varias ocasiones con Chano Urueta, con quien en 1949 construyó el intenso y extraño filme de venganza Ventarrón, que también surgió de una pieza previamente desarrollada en historieta por Cruz.

Ahí es donde vemos ese lado dionisiaco, seductor y aventurero de José G. Cruz. Personajes como el hampón Tony Carmenta (protagonista de Cabaret Shangai, de Orol) o el exconvicto Ventarrón, encarnado por David Silva) son prácticamente el alter ego sublimado de Cruz, artista que parece construyó sus personajes para, a través de ellos, vivir los mundos y posibilidades que realmente le importaban.

Pero ese mismo interés de Cruz parece que tocó las fibras de millones de lectores y espectadores, porque así como los filmes de Orol fueron muy exitosos, sus historietas comenzaron a ser de tirajes millonarios ante la respuestas del público. Cruz era un auténtico cronista del pueblo, a pesar de lo extraordinario de algunos de sus productos.

En el tercer y último tomo de la inconclusa y aplaudida investigación Puros Cuentos (Grijalbo, 1994), de Juan Manuel Aurrecoechea y Armando Bartra, se señala a 1943 como el año en que Cruz y Ramón Valdiosera (cada quien por su lado) crean el fotomontaje en México; adelantándose por cuatro años a los ejemplos italianos del fummetti, las cuales eran simples traslaciones estáticas de algunos filmes de la época.

Sabemos que en el caso de Cruz, por lo menos, la serendipia del fotomontaje se da ante la necesidad de entregar con mayor antelación una historieta, por lo que para lograrlo se le ocurre ayudarse con fotografías. Y aunque Cruz no fue un mal dibujante (de hecho, me parece que fue uno muy bueno), actualmente continúa siendo reconocido por la gran cantidad de posibilidades y logros que ofreció con el fotomontaje, en especial con El Enmascarado de Plata.

Fue así que en octubre de 1951 surgió Santo El Enmascaro de Plata, historieta escrita y publicada por Cruz, con el luchador personificado por Rodolfo Guzmán Huerta, marcando el inicio de una herencia nacional.

Al siguiente año, Cruz realizó con el director René Cardona un proyecto que le dio finalmente gloria y fortuna, el cual prácticamente cerró su vida: se trataba de la cinta El Enmascarado de Plata. Con Cardona, el historietista planeó crear un héroe que pudiese llevar una vida bipartita en el cine y en la historieta; que emulara tal vez algunas hazañas superheroicas, aunque siempre sería cercano al pueblo y sus necesidades reales. Cabe mencionar que en esa primera ocasión, El Santo fue interpretado por otro luchador: El Médico Asesino (fue hasta 1958 cuando se presentó la siguiente película del enmascarado, ya como la primera de una saga protagonizada por El Santo original).

En cuanto a la historieta, aparentemente escrita en su totalidad por Cruz, y montada por José Trinidad Romero y Horacio Robles, logró composiciones auténticamente inolvidables y simplemente bellas en su barroquismo y descubrimientos visuales. Santo, por su parte, compuso un héroe de lo imposible en lo improbable, pues andando a nivel de suelo o brincando entre cornisas podía, igualmente, resolver casos de vandalismo infantil que internarse en el auténtico quinto infierno, asegurándose de decir (en 1952) que, entre otros males, combate el de la piratería.

Más de 500 episodios de Santo, El Enmascarado de Plata fueron publicados entre 1951 y 1980. Se llegó a editar tres veces por semana con un tiraje de 500 mil ejemplares por número, lo que arrojó millón y medio de piezas a la semana. ¿Dónde se encuentra toda esa historia? Desperdigada entre algunos coleccionistas y lejos de ver la luz nuevamente en un rescate editorial.

José G. Cruz murió exiliado en Los Ángeles a finales de los años 80. Su paso por la vida fue estruendoso, exitoso y único durante varias décadas. Pero hoy parece que sus logros son sólo materia de sueños lejos de concretarse en nuestro mundo material. Sí, larga vida al Santo… pero igualmente, tratemos de darle nueva vida a la obra de José G. Cruz.

Sobre Mauricio Matamoros Durán

Editor y traductor para DC Comics México y Vertigo Comics México,  durante dos décadas ha ejercido el periodismo, de la nota diaria a la crónica, el ensayo y la columna en más de una docena de importantes diarios y revistas como Unomásuno, La Jornada, Reforma, El Universal, Rolling Stone, Playboy, La Mosca, Conozca Más Cinemanía. Ha escrito un par de libros (uno dedicado a la figura y obra de Alan Moore, y otro elucubrando sobre las epifanías lovecraftianas en el cómic) y participado en el libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo (Cineteca Nacional, 2012). Fue Jefe de Información en Cineteca Nacional, donde cofundó y es coorganizador del ciclo de cine de horror Masacre en Xoco. Es coeditor y cofundador de la revista independiente sobre la cultura del horror en la narrativa: Belcebú.

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